La naturaleza, la educación y el derecho. Relato de una comunidad en el cerro.

En la escuela municipal de Calera de Tango, ubicada en la comuna del mismo nombre, desde hace 6 años y mediante las acciones del aula comunitaria, se busca acercar la educación a la comunidad y ésta a las vivencias de las familias y del entorno. Para ello se han creado diferentes estrategias que promueven lograr ese objetivo. Durante el mes de octubre y aprovechando los recursos naturales propios del sector como lo es el Cerro de Lonquén, es que la comunidad del aula comunitaria de la escuela ha organizado una nueva salida educativa justamente a dicho lugar. 

Preparar esta actividad, implica organizar y coordinar no sólo a los estudiantes, “sino que además tener un objetivo claro del porqué y que vamos a hacer en el lugar”, comenta la docente a cargo del curso. “Articular con otras asignaturas y con objetivos transversales, nos permitió generar la motivación de otros colegas, quienes lograron articular la excursión con sus propios contenidos”, insistió. 

Acceder al lugar, no fue tarea fácil, sin embargo, contar con apoderados que ya se encuentran vinculados al proyecto, permite proponer las actividades y lograr la participación de ellos de forma espontánea, por lo cual, para lograr ingresar al recinto, la ayuda de una apoderada del curso fue primordial, ya que ella conoce a un vecino de la comuna que vive a faldas del cerro. 

En los preparativos la comunidad acuerda promover el tema del derecho, en este caso desde la perspectiva de la vida saludable, así es que plantearon acuerdos tales como: solo agua y comida sana, “pensando que además es muy económico salir a caminar”, argumenta una profesora. También se pronunciaron desde el derecho a un entorno saludable y por eso en conjunto se acordó la consigna “dejamos como encontramos”. La preparación incluyó que un grupo de la comunidad, ni más ni menos que las madres, estarían a cargo de los juegos, “juegos de otra época” señaló al finalizó una de las apoderadas.

Durante los días previos, se entregó información a los estudiantes de la salida, los acuerdos que se habían tomado, el itinerario y así el día, por fin había llegado, dentro del aula se podía observar y escuchar lo emocionado que se encontraban los niños y niñas que asistieron. Camino a la entrada hay que pasar por un Monumento Nacional Iglesia Jesuita que data del siglo XVIII, ¡aquí es la primera foto buscando rescatar el patrimonio cultural del territorio”, nos comenta un docente. Luego caminamos por las faldas del cerro, todas las personas se observan muy conversadores, muy alegres, un niño comenta que “siempre vengo por acá, con mis primos o mí perro”. Se comentaron muchas cosas, sobre lugares que podrían ir, sobre bajadas y subidas alternativas, sobre las que podrían ser peligrosas o no, también respecto a cuevas y animalitos que podrían ver, entre otras. “Este estudiante no se muestra tan comunicativo en el colegio, no es muy participativo, pero acá si”, observa el tío Manuel, asistente de la educación y conocedor del lugar que acompaña al grupo. Comenta una mamá que estos lugares eran abiertos” yo también estudié en el Calera y veníamos a jugar aquí, al frente de la iglesia era un humedal, ahora hay parras, es una viña profesor y un privado es su dueño”.

Empezando la subida ya no se habla tanto, salen los polerones, beben agua, se muestran señales de cansancio, se realizan pausas para reunir al grupo, “¿cómo van? ¿cómo te sientes? ¿cuánto falta?, ¿no estás muy abrigado?, ¿puedo comer?” preguntas que se escuchan en las pausas. Al continuar el grupo logra ver su objetivo, una cruz blanca, en la cima de un pequeño cerro entremedio de grandes cerros. Ya en el lugar sacaron la merienda; naranjas, manzanas, plátanos y mucha agua, hubo excepciones “MÍ mamá me lo echó” dijo un niño, se vio un poco avergonzado, era una bebida energética de esas para deportistas de alto rendimiento. 

Luego se pudo recorrer el entorno, no todos querían seguir caminando, pero sí todos y todas quisieron jugar, sobre todo porque era el turno de las madres del curso, que organizaron los juegos tradicionales, “estos son de mi época tío, cosas que los hijos ya no conocen”, indicó una de las madres. Los juegos se realizaron en una pequeña explanada, el primero era “corre corre la guaracha”, lo entendieron muy rápido, muchos no lo conocían, tenían que cantar correr y sentarse, se evidenciaban muy entusiasmados, después se realizó el “tirar la cuerda” para éste hicieron varias combinaciones de equipo, hasta que se cortó la cuerda y cayeron varias madres y estudiantes, no solo cayeron al suelo, cayeron en un mar de risas muy contagiosas y alegres. Al final “pollitos, pollitos” que resultó ser el juego más recordado y valorado por niños y niñas cuando al otro día realizaron el plenario, en este juego corren de un lugar a otro al ser llamado por la mamá gallina, mientras el lobo intenta atraparlos, “yo no conocía este juego, pero una mamá lo recordó y todos la pasamos muy bien” comenta otra mamá.

Las palabras que se escucharon en el plenario hablaban de lo bien que la pasaron, “me gustó el paisaje y venir con mis amigas”, “me gusta que venga mí mamá”, “me gustaron los juegos”, “me gustó el paisaje y la cueva porque había un cerebro”, “subirlo”, la cueva que hay cerca generó mucho interés “y despertó la imaginación de los más aventureros y de lo no tanto”, señaló una de las asistentes.

También se realizó una infografía relacionada con la subida, “realizamos esta actividad para que promuevan el interés de conocer el cerro en otros estudiantes del colegio” refiere la profesora. La infografía debía responder a la pregunta ¿Qué es lo lindo de ir al cerro? Y el resultado final de este trabajo fue un collage de varios collages que se expuso al ingreso del colegio por varios días y que he servido de promoción interna. “Con este trabajo otros cursos han decidido aventurarse al cerro”, señaló uno de los docentes del aula dialógica.

La actividad, no solo significó para los participantes un momento de esparcimiento y un cambio de las actividades regulares al interior de la sala. También considera responder a una sentida y permanente solicitud de estudiantes, por el desarrollo permanente de este tipo de salidas, en los cuales puedan estar en contacto pleno con la naturaleza, que, por cierto, rodea literalmente al establecimiento, determinando muchas veces un micro clima muy particular que de algún identifica a los participantes y les lleva a considerar que el goce lúdico en y con la naturaleza, experimentado en esta salida educativa, reviste un derecho que les resulta importante de atender y mantener en el tiempo.

No podemos dejar de señalar que tanto la organización y la realización de los juegos tradicionales por parte de las madres, conectó aspectos del amor y la protección por otros y otras, como también con la estima social respecto a los conocimientos y habilidades de ellas, que fueron puestos al servicio del resto.

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