Alegremente y con orgullo, de esta forma recibió la profesora del segundo básico «A» a sus antiguos estudiantes, los que volvieron a su aula como colaboradores. Los jóvenes formaron parte de la primera generación del aula comunitaria que vivió la experencia de pedagogía dialógica Enlazando Mundos, la cual se desarrolla desde el 2018 a la fecha. Tal fue el impacto -positivo- de la experiencia que, quienes participaron años atrás, mantienen las convicciones que adquirieron en estas aulas, al punto que decidieron volver, esta vez para colaborar de otra postura.

Sin duda, los años han pasado, tras 5 años, los niños crecieron, ya están en sexto básico y cambiaron de ciclo educativo, lo que trae consigo nuevos desafíos, nueva aula y una nueva profesora jefe. Sin embargo, la profesora María Ignacia no se ve detenida por esto, ya que ha decidido conformar nuevamente el aula, esta vez con estudiantes que recibió el año pasado, quienes ahora se encuentran en segundo básico. Gracias a la progresiva superación del estado pandémico, tanto estudiantes como familias han podido reencontrarse en los colegios y, demostrando que los vínculos que los unieron anteriormente con el aula no han perecido, decidieron volver al aula, de forma semanal, para así seguir siendo partícipes y vivir la experiencia con la nueva generación. A próposito de esto, una docente señala: “podemos decir que esa ha sido la motivación que les hace querer venir a ser parte de la experiencia a los estudiantes de 6to. es decir, poder mantener un vínculo de afecto y compartir sus experiencias con los más pequeños”.

En el aula comunitaria actual, conformada por los estudiantes de segundo básico, se plantean similares intereses que en la versión anterior. Los ahora colaboradores pueden aportar con los conocimientos y experiencia que adquieieron a lo largo de estos años, sobre esto, un profesor participante opina: “claro que han sido un aporte. Sin dudas, ellos y ellas comparten con sus pares de menor edad en las acciones grupales y desde su particular forma de comprender como seguir las indicaciones de una actividad o cómo entender el contenido que se trabaja han logrado ser un referente significativo para las y los más pequeños”. Por otro lado, una docente enfatiza: «la sabiduría personal y a la vez escolar (por decirlo de alguna manera) le dan un carácter mayormente dinámico al trabajo de aula y dan cuenta de cómo la vivencia del aprendizaje como un espacio de enriquecimiento colectivo, ayuda mutua y valoración del saber del otro es posible. Ello nos llena de orgullo y nos alienta a seguir trabajando de este modo”.

En las distintas sesiones de trabajo colectivo que se dan al interior del aula, es posible observar el compromiso de los colabores de sexto básico, ya que asumen responsablemente su rol frente a las actividades, el aprendizaje y el trabajo que implica mantener un aula comunitaria. Si bien cada cual colabora en tareas comunes, cada estudiante le agrega de su individualidad, formando, así, una modalidad propia y nueva de proceder, es así como cada grupo adquiere ritmos y características diferentes, lo que logra crear un fenomeno interesante que trae consigo consecuencias positivas. Una adulta participante comenta: “Es más, yo diría que nos ha interpelado, como profesores y docentes que somos, a buscar otras maneras, otros juegos, otra impronta. Ellos vienen a aportar y nos han hecho ver cómo ser más creativos en las actividades y han asumido un rol activo en ello”.

Para el conjunto de adultos que participan de esta aula comunitaria, la incorporación de este grupo de estudiantes es un sueño hecho realidad, ellos no dejaron de anhelar esto durante los dos fríos años de virtualidad. Finalmente, hoy es un hecho que ha logrado sostenerse a lo largo del año académico, puesto que no han habido deserciones, los colaboradores mantienen una asistencia alta. Es más, incluso acuden al aula en horario de otras asignaturas propias de su nivel, asumiendo las consecuencias que esto conlleva, como estudiar extra en instancias de tiempo personal. En ese sentido, la asistente de aula, quien también lo fue de ellos en su época, señala: “están más grandes, se ven maduros y muy responsables con los chicos de segundo”.

Sin lugar a duda, esto no se hace más que evidenciar que los vínculos de afecto y estima, inherentes al reconocimiento reciproco y que buscamos generar entre quienes asistimos a esta experiencia de pedagogía dialógica, se perpetuan en el tiempo, por lo que son genuinos. La investigadora a cargo del aula comenta: “deseo extender un agradecimiento a todos y todas quienes hacen posible mantener en el tiempo esta hermosa experiencia pedagógica. Sin la convicción, motivación y ganas de transformar la vida, que vemos en nuestro hacer en esta aula, nada de esto sería posible. Ello, creo, también atrae a los y las estudiantes de sexto a volver a su aula comunitaria, reencontrarse con los afectos los mismos adultos que la componen y, bueno, querer aportar para que sus pares más pequeños gocen de la misma posibilidad. Maravilloso, ¿no?” 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *